domingo, 6 de enero de 2008

ARTE CRÍTICO Y REALISMO SOCIAL

CONCURSO DE PINTURA, EJEMPLO DE DEPENDENCIA COLONIAL

Concurso Nacional Horacio XII Edición
, ejemplo del colonialismo cultural llevado adelante por una institución que representa a los docentes del Perú... Concurso de Pintura -¡sobre lienzo!-en un país donde prevalece la diversidad cultural y sus propias técnicas asociadas a nuestro pluralismo cultural, riqueza e identidad no tomada en cuenta por la Derrama Magisterial.



“La pintura de caballete es producto burgués tanto en sus orígenes como en sus ideologías actuales y sigue siéndolo aún cuando la ejecute un proletario”.
Juan Acha

Si no pinto un cuadro ¿de qué vivo?


¿CUÁL ES EL POTENCIAL POLÍTICO DEL ARTE CRÍTICO?

Lo cultural es un hecho tan importante como el económico en la lucha política

Para que el “Arte” -construcción histórica de la Edad Moderna europea- despliegue potencialidad política liberadora “...debemos apropiarnos de los sistemas de producción especializada que son las tecnologías, las ciencias, artes y diseños pertenecientes al proceso civilizatorio o de occidentalización que nos es indispensable asumir y encauzar...” (ACHA, Juan. “Tradición y Contemporaneidad en el ambiente del Tercer Mundo, su descripción y sus tres problemas principales”, catálogo de la Tercera Bienal de la Habana, Cuba, 1989).

En su trayectoria el Arte Crítico debió de haber tenido puntos de contacto con los partidos o grupos políticos de “izquierda”, esto no sucedió. Lo que se ha dado es el desencuentro entre las propuestas críticas y la izquierda institucional, que opone la política cultural de partido –el manido realismo social- a la libre experimentación artística, a la que etiquetan de juegos formales gratuitos o arte decadente. El paradigma autoritario y de la izquierda institucional – fundamentalismo nacionalista incluido- es una de las causas de la actual crisis de representación política, crisis que para el Arte Crítico es un reto a la creatividad y abre la oportunidad para el cambio.

Es penoso constatar como en la izquierda institucional continúa vigente la fórmula simplista y maniquea de la “línea correcta”, según ellos emanada de una ciencia infalible, y que, por la necesidad de crear estrategias de defensa contra los enemigos de la revolución implementa políticas culturales totalitarias a partir de un realismo heroico de estilo propagandístico. El estilo “realista” no hace más que reforzar los mitos burgueses -naturalismo, belleza, sentimientos- derivando en una retórica de manipulación emocional que fortalece las trampas enajenantes del arte: convertirse en sucedáneos de una verdadera praxis política al reemplazar la verdadera acción con imágenes de denuncia social que por si solas pretenderían, mágicamente, cambiar realidades.

El Arte Crítico ha producido una creación artística que en sí misma significa voluntad de cambio político y estético. A la subversión de la percepción, al intencional shock que busca perturbar lógicas rutinarias, es natural que la acompañe la brecha de comprensión del público amplio sobre sus objetos y acciones, no olvidemos el conflictivo contexto de nuestra realidad nacional: somos un país escindido donde la variedad de maneras de entender el mundo y su convivencia – incluyendo la mentalidad autoritaria y el pensamiento rígido- se da en el irresuelto telón de fondo de la Herencia colonial.

Tanto el Arte Crítico como el arte actual provocan obvia perplejidad. Observemos a un poblador de la Lima de hoy frente a una “instalación” que presenta conceptos y no es pintura ni escultura. Nuevamente, ante esto, surge la imprescindible tarea de romper decididamente con las ideas simplistas, en este caso la idea de que el arte es un lenguaje universal que cualquiera puede entender de manera espontánea. Esto no es así, para desarrollar un consumo crítico y entender y situar las obras dentro de su sistema cultural es indispensable la educación artística.

La comprensión del arte requiere de mediadores y políticas educativas.

La reforma -ética, cultural, educativa- que el país necesita es una reforma radical, y, el verdadero reto que confrontamos es ser capaces de navegar a través de una compleja red de conceptos: los códigos de la cultura erudita - códigos del poder dominante-, las referencias culturales de la propia clase social y, además, los diferentes códigos, clases, grupos étnicos, creencias y sexos de la Nación.

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