sábado, 18 de febrero de 2017

Escuela ciega, sorda, muda

Una institución de formación artística no puede permanecer ensimismada, ausente del debate público. 









Monotipias, Herbert Rodríguez, 1981-1982


Elaboré monotipias “Escuela ciega, sorda, muda” para emplazar a institución a pronunciarse sobre la violencia, en general, para que mire la realidad social y diga algo.

Anécdota: en la ceremonia de clausura del año académico 1981, mi último año de Pintura en la Escuela de Artes Plástica de la PUC, y cuando Winternitz estaba hablando, al escuchar su discurso  auto elogiando el método de la escuela me separé en silencio del público y descolgué mis cuadros en señal de protesta (se exhibían selección de pinturas), ojo, en silencio. Mi paso por la escuela fue desagradable, sí aprendí mucho pero con una sobrecarga que considero innecesaria de tensión por la opción de experimentar con libertad, confrontaba la idea de la pintura plana y la escultura si n color, me aburría el ensimismamiento en la “isla feliz” (universidad privada, jardines bonitos), me indignaba la ausencia de contacto con la realidad social… Bajé mis cuadros porque no avalaba el discurso autobombo, era mentira.

Otro: desde el 1979 había tomado contacto con la escena barranquina de Paréntesis y luego Huayco. Bastante claro el contraste entre un arte experimental y el desfasado dogma de escuela.





Formación espiritualista de escuela...  en realidad, máquina de fabricar pintores de galerías de arte comercial. 



Mi retrato como secuestrado, 1981

Aún estudiante emprendí la tarea liberarme de la formación modernista. En los híper politizados años fines de la década del 70 el país estaba atravesado de tensiones: Morales Bermúdez desmantelando las reformas de Velazco, paros nacionales y huelgas, Asamblea a Constituyente, elección de Belaúnde, inicio del baño de sangre senderista y la guerra sucia como respuesta. El arte no podía esta fuera de la realidad, aunque pensar esto era ser trasgresor… El dogma Arte PUC Winternitz era pintura sin relieve y la paleta aceptada la de Rembrandt (no es broma) y la escultura no debía pintarse (el color debía ser de la madera o el metal). En simple, mandé al diablo esas creencias y creé una serie de pinturas objeto, como el Colgajo con el que participé en Contacta 79… aburrido tema ese de ir contra la corriente del conservadurismo limeño, que llamaba al arte y política “panfleto”, estigma sin matices. Hice una serie de collage desmenuzando la retórica de escuela (y mi libro BLOCK RAYADO), y ahí me embarqué en una serie de obras –incluida las monotipias ESCUELA CIEGA, SORDA , MUDA- de experimentalismo artístico, pues: ¿por qué repetir dogma muerto o ser epígono de un periodo de la historia del arte foráneo… por qué ser un zombi más?... 



Descolgar mis cuadros en ceremonia de clausura de año académico e inauguración de exposición anual  era  la manera menos práctica de  iniciar una carrera artística, esa que es convencional que el egresado retorne como profesor de escuela…. Fue una ruptura clara con esa posibilidad de ser continuista de la “tradición”. 



Artículo del 23 de marzo de 1982. “Las escuelas en el Perú son, pues, correas de trasmisión de gramáticas plásticas envejecidas, opresivas...". 

¿Ha cambiado la escuela de arte?

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