Invasivos carteles en muestra de arte en el Centro de Lima, el personalismo oportunista de Castañeda Lossio es claro ejemplo de cómo la clase política instrumentaliza el arte y la cultura.
Sale el Ministerio de Cultura.
¿Por qué debe de salir sin primero contar con un amplio consenso social?
Recordemos lo que nos dicen Cortés y Vich en el prólogo del libro “Políticas Culturales, Ensayos Críticos” (2006):
“En el Acuerdo Nacional (las referencias a la cultura) resultan, además de escasas, reiterativas de una visión estática y patrimonialista de la cultura”. “La ausencia de los graves problemas culturales del país en el Acuerdo nacional –el racismo, el machismo, la inclusión indígena por ejemplo o de los vínculos entre las personas, de sus relaciones de poder, de las maneras de simbolizarlas– refleja, otra vez, la reducida visión sobre el papel que juega la cultura en la construcción de un proyecto colectivo a futuro”.
Bueno, el tema es serio pero uno se pone a pensar en cuál es la idea de cultura de los congresistas que aparecen caricaturizados en “El Otorongo” del diario Peru21.
Entonces, se crea un necesarísimo Ministerio con un Congreso y sus personajes en profundo deterioro de credibilidad y de confianza en sus intenciones, y, claro, sus capacidades.
Cortés y Vich abundan en el susodicho prólogo:
“El panorama es más complicado si reconocemos que, en la sociedad civil, el mismo sector cultural se encuentra muy desorganizado y no está capacitado para hacer propuestas nuevas y vigilar la elaboración de las leyes que lo beneficien”. “Este sector (el sector cultural) aún no se constituye como un movimiento bien organizado capaz de concertar una agenda que permita entablar diálogos fluidos con otros interlocutores”.
Sí pues, si recordamos que en el I Congreso de Políticas Culturales (2008) se reunieron: Patrimonio cultural, museos y espacios; Presentación del patrimonio y el conocimiento; Producción de contenidos y sentidos (Cine, audiovisual, radio y televisión); Música; Artes plásticas y visuales; Artes escénicas; Culturas vivas: Pueblos, prácticas y patrimonio inmaterial; Animación y participación sociocultural; Lectura, libro e industrial editorial; esto no quedó más que en una efímera reunión muy discutible en cuanto a su producto final (se invirtió en esto medio millón de euros de la cooperación española ¿para qué?).
Digamos que el “sector de la cultura” carece de una agenda concertada y además, de una asociación o algo parecido que haga sentir su voz con peso político.
Vamos, y si asumo que lo que piensa y dice Claudio Herzka es lo que piensan y, supongo, eventualmente conversan los empresarios, el panorama sí que es complicado. A ver, voy a generalizar: los empresarios ven la cultura como algo decorativo y no conocen la definición amplia de cultura, que es aquella definición de cultura que, de ser acogida institucionalmente, permitiría que, por ejemplo, la diversidad cultural se convierta en motor del desarrollo sostenible vía las Industrias Culturales, estas que impactan el imaginario y que a su vez sería un factor de cohesión social. Es decir, no solo se lucharía contra la pobreza sino que además sería un factor de cohesión social, algo que el Perú post conflicto requiere a gritos. Ya pe`, los empresarios (que imagino no todos son la “clase explotadora” y quieren que sus hijos vivan, agenda mínima, en un entorno menos violento) no la ven. Esto es grave.
Ya, sale el Ministerio de Cultura con una clase política que ha roto récords de estulticia y, además, enorgulleciéndose de esto…, nuestro querido y sacrificado sector de la cultura –me incluyo y doy el pecho por algo tan bizarro como El Averno– tan a la intemperie y, por lo tanto, vulnerable a la manipulación o la cooptación, impotente para intervenir en la agenda política…, y los empresarios mirando a la luna teniendo tanto billete, pasu, ‘tamos mal, qué novedad.
Estimado y paciente público lector ¿qué decirle?, miro desde lejos el tema del Ministerio porque creo que en el Perú de las múltiples brechas objetivas y subjetivas sí, es verdad, existe improvisación en la creación del Ministerio. Porque además de lo anterior, se constata el enorme peso que tiene el conservadurismo (apolítico dice que es, sí claro) y sus personajes (pronto me daré el trabajo de hacer una lista de directores de centros culturales, decanos de facultades relacionadas al arte y la cultura, que, entre otros, vienen sosteniendo firmemente el status quo); asimismo, están los que mueven el billete y por lo tanto tienen la obligación moral de dar alternativas -los responsables de lo que ahora sucede son aquellos que, desde sus privilegios, hacen oídos sordos al clamor del pueblo (cito de memoria lo que dijo Gustavo Gutiérrez en plena espiral de la violencia de fines de los ochenta)- pero no ponen en su agenda urgente: “leer documentos sobre cultura y desarrollo de la UNCTAD”… bueno, así, aunque improvisado, sale ya el Ministerio de Cultura.
Lo anterior es para estar atentos a que, dada la oportunidad, se escoja a las personas idóneas, por capacitadas, por especialistas, en los roles de decisión... sí pues ¿quién será el Ministro de Cultura? (música de suspenso y espero que no de parodia).
La tarea de generar una agenda desde el sector de la cultura trasciende la coyuntura política, pero ojalá esta coyuntura sea estímulo para que se articulen opiniones, puntos de vista y, por supuesto, la vigilancia ciudadana.
Herbert Rodríguez
17 de julio de 2010
17 de julio de 2010
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